domingo, 21 de febrero de 2010

CAPÍTULO VII


CAPÍTULO VII.

Un grito despertó a Estela de su profundo sueño.
Se enderezó a causa del susto, respiraba entrecortadamente.
- ¡¿Qué ha pasado?! – gritó eufórica.
De pronto, se encontró que una cabeza de adolescente se erguía de una cama y con ojos llorosos a causa de la mañana, la miraba.
- ¿Estela? – preguntó el joven para luego levantarse y dirigirse hacia ella. - ¡Hola!
La muchacha observó la habitación y al joven que se dirigía hacia ella. ¿Dónde estaba? No recordaba nada de lo que había pasado el día anterior; sólo recordaba el sueño que había tenido esa noche, en el cuál aparecía una mujer de ojos dorados, “Rosalinda” se dijo en su mente.
- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha sido ese grito? – interrogó rápidamente al chico que se acababa de sentar en el sofá junto a ella, un chico con unos ojos interesantes y familiares.
- Estás en la casa de Leo, ¿no te acuerdas? – y luego añadió, ya un poco confuso. – No querías irte porque…porque no querías regresar con…Esteban. – intercambió una mirada fugaz con ella, pero parecía que lo que los ojos del muchacho intentaban expresar no lo hacían los de Estela.
La muchacha estaba asustada, buscó con la mirada a Esteban.
- ¿Dónde está Esteban? – preguntó impaciente.
Se levantó del sofá dejando al chico sentado y mirándola; recorrió la estancia que estaba patas arriba, sus ojos estaban abiertos como grandes canicas marrones. Viendo que no encontraba a su novio por ningún lado, dirigió la vista hacia el adolescente que la miraba asustado.
- ¡¿Dónde está?! ¡¿Quién eres?! – gritaba. El chico la miraba asustado, puesto que parecía histérica y ella se acercaba.
Mas no respondía.
- ¿Dónde estoy? – preguntó con un susurro mientras se sentaba al lado del chico ocultando su rostro con las manos.
Sintió que una mano se acababa de colocar en su hombro, era el joven que intentaba consolarla.
- Estás aquí, conmigo. ¿Recuerdas quién soy? Soy Tomás, tu amigo. – Intentaba decir con voz dulce aunque Estela encontrara en sus palabras débiles toques tristes.
- No te conozco. No recuerdo nada de lo que pasó por la noche, sólo sé que me pegué un fuerte golpe y que soñé con una mujer. Sólo eso. – Parecía que recuperaba su voz normal pero parecía obtener fracaso a cambio de no saber nada de dónde se encontraba. Decidió ver al adolescente para así intentar recordar algo en él.
Alzó la vista hacia él y los dos se miraron…
…No recordaba nada de él. Nada, absolutamente nada.
- Pero… - comenzó a decir Tomás mientras desviaba la vista, pero no logró terminar la frase, parecía estar afectado.
- ¿Puedo llamar a Esteban? – sugirió Estela.
Tomás asintió con la mirada extraviada en sus largos y finos dedos.
De nuevo, la cantante se levantó y asió su móvil para llamar a su novio.
- ¿…Estela?
A pesar de que la voz de Esteban no le gustase para nada, se alegraba escucharla.
- ¡Esteban! No sé dónde estoy, ¿qué has hecho? – preguntó un poco escandalizada.
- Estela, ayer me comentaste que te ibas a quedar con unos hombres amigos tuyos – pareció vacilar unos segundos. – ¿O no…O no eran amigos tuyos…? No lo sé, estaba muy preocupado para captar todas tus palabras. – su voz era casi insonora, pero sus últimos susurros se convirtieron en gruñidos. Estela no se creía que estuviese preocupado; seguramente habría bebido un poco de whisky aprovechando que ella no estuviese allí.
- Vale, vale… ¿Me vas a recoger? – preguntó haciendo caso omiso de sus pensamientos.
El teléfono carraspeó y en vez de escuchar la respuesta de Esteban, escuchó un pitido que cesaba y nacía, cesaba y nacía.
Le había colgado.
Volvió a marcar su número pero sólo se escuchaba los pitidos. No parecía contestar.
Entonces debido a esa rabia, la guitarrista estampó el móvil contra la pared y se tiró al suelo, profiriendo lloros.
- No sé dónde estoy, Esteban me ha colgado, un adolescente me tiene secuestrada, y lo único que hago es llorar. – sollozaba.
No escuchaba ningún movimiento por parte de Tomás, sólo escuchó que le dijo:
- ¿Quieres un pañuelo?
- Sí…por favor. – Pudo decir mientras dejaba escapar las últimas lágrimas.
Tomás se levantó del sofá y fue a la cocina; cogió un pañuelo y al llegar a Estela, se agachó y se lo tendió.
- Ten…- Y mirando a la cama le dijo – si quieres puedes tumbarte en la cama, yo estaré en el sofá desayunando. Si necesitas algo no dudas en pedírmelo. Pero primero descansa.
Estela no lo entendía; le había secuestrado y ahora pretendía ayudarla.
Estela se sentó en el pico de la cama, y distinguió un bulto en ella. Y presa de la curiosidad, Estela levantó la sábana que cubría al bulto y descubrió a una niñita dormida.
Tenía unos rizos dorados y un vestido blanco tapaba su menudo cuerpo. Distinguió en su rostro unas grandes pestañas y unas mejillas ligeramente sonrosadas. Parecía feliz.
Se quedó contemplando su pequeña figurita unos instantes y luego la volvió a tapar.
Por fin encontró que su corazoncito no estaba lleno de cólera, sino de ternura. La pequeña niña le había trasmitido afecto.
Ya no se encontraba mal, al revés, se encontraba como si conociera todo lo que la rodeaba. Como si nunca hubiese conocido el miedo.
Y todo por esa niña…
Se dirigió hacia la puerta de entrada sin decir palabra alguna, pero antes de girar el picaporte, una voz la detuvo:
- ¿Quién era esa mujer con la que soñaste? – Era Tomás que seguía sentado en el sofá untando una tostada con mantequilla.
Estela vaciló.
No tocó el picaporte.
- Se llamaba Rosalinda.
- ¿Qué era? – Tomás parecía interesado por su tono de voz. Se pasó la mano por un corto cabello lleno de rastras y se llevó la tostada a la boca.
De nuevo, dudó. No sabía si contarle lo sucedido. Pero también tenía la esperanza de que él supiese algo sobre Rosalinda.
- Era un…fantasma. No sé, recuerdo que de pequeña soñaba con ella. Llevo varios años sin volver a encontrarla en mis sueños, pero desde hace dos meses me está acosando de nuevo. – Se dirigía lentamente al sofá y se sentó junto a él en el sofá azulado. – Una vez me desveló su nombre…Rosalinda… Y quiero saber más de ella, de hecho, por eso vine hacia aquí. Me dijeron que podría buscar información sobre ella… - luego consideró una cosa que había dejado atrás - ¿ Por qué me lo has preguntado?
Tomás la miraba con unos grandes ojos pero luego volvió a la realidad.
- Os escuché decir una vez a ti y otra vez a Leonardo el nombre de la misma persona… - indicó.
La chiquilla miró a él y luego a la hermosa vista que se encontraba tras el mirador.
Y mientras Estela se preguntaba quién era Leonardo y Tomás se preguntaba el porqué de esa casualidad. Escucharon el sonido de la puerta chirriar.
Alguien había llegado.
Era Leonardo.
Leonardo se estremeció ante tal golpe, sin embargo le echó una mirada furibunda a Tomás. Pero era una mirada con tanta cólera, odio y soledad que Tomás se quedó atónito.
- Iros – sentenció Leonardo con un serio tono de voz.
Tomás, aún absorto, acogió con su mano la de Estela, y sabiendo que Leonardo impediría que se llevase a Sofía, la dejó allí; dormida plácidamente.
Estaba algo nervioso, pero tenía la certeza de que su amigo no le haría daño alguno.

Leonardo vio como Estela y Tomás se marchaban con caras confundidas de su habitación.
Todavía respiraba entrecortadamente; hacía poco que se había despertado de su desmayo y contempló la nueva vida que se adelantaba ante él.
La magia.
Antes de ir a su casa, fue a la orilla y algo tocó en su mente, un nombre.
Sofía.
No sabía ni cómo ni porqué pero el destino le había llevado hasta ella.
Se quedó unos minutos de pie, mirando a su alrededor, asustado y confundido. Sabía que necesitaba hablar con Sofía de la magia. Sabía que la pequeña niña comprendía mucho más de lo que parecía saber acerca de la magia.
Se encontraba justamente al lado de la cama y fue hasta donde se encontraba la pequeña niña que dormía; y al llegar allí, se agachó, miró con absoluta ternura al pequeño rostro de la niña; le tocó la frente.
- Tú sabes mucho, y yo sé que eres especial. Lo noto al tocarte, pequeña – decía mientras sonreía.
Los ojos de la niña comenzaron a moverse y un leve susto recorrió sus manos.
- Leo… - comenzó a decir Sofía.
- Dime, Sofía – interpeló el nombrado.
Una suave sonrisa recorrió los labios de la niña, cogió la mano a Leonardo y acercó su rostro al oído de él.
- Sé que te has dado cuenta de lo que soy – y añadió un poco menos risueña – y entiendo que quieras saber más de la muchacha dorada, pero yo no te lo diré, porque lo descubrirás por ti mismo.
Y sin ocultar la risa, se tumbó otra vez en la cama, cerró sus grandes ojos azules y se durmió.
A Leonardo no le dio tiempo ni a preguntarle cómo sabía tanto puesto que, parecía otra…Era más…madura. Su voz no era la de una niña, sino que era la de una mujer, una voz melodiosa y sensual…
Y sus ojos… La mirada que tenía cuando lo conoció, la mirada de la noche anterior, la mirada que Leonardo recordaba de Sofía no era la que tenía ahora… Era…diferente… Experta y magnífica. Con un azul intenso, con un azul que parecía contener todas las tonalidades del mar, el océano y las corrientes fluviales juntas; pero…un toque de… dureza, como una muralla irrompible cubría sus ojos.
Todo había cambiado.
Todo.
- ¡SOFÍA!... ¡DESPIERTA! – gritaba mientras zarandeaba cuidadosamente a la niña.
Su acto dio resultado.
La niña se levantó con las manos frotando los ojos.
Vio a Leonardo, y éste distinguió que lo que antes había descubierto ahora no aparecía.
¿Dónde estaba esa madurez?
¿Dónde estaba esa voz?
Se sentó en la cama y se echó, aliviado.
Sofía era lo más parecido a una hermana y no quería perderla.
- Sofía, ¿con qué has soñado hoy? – preguntó mientras se volvía a incorporar, después de unos segundos de descanso.
Sofía también se enderezó quedándose sentada en la cama, al lado de él.
Hablaba agitando mucho las manos, y rápidamente, como si le fuera la vida en ello.
-¡…Y también soñé con el agua! ¡Pero parecía fuerte y sin miedo! – gritaba entusiasmada. Pero luego, bajó la voz – ¿y sabes qué?
- ¿Qué?
- Me dijo que ella era la magia. Y que las dos éramos la magia. Que las dos éramos iguales. Pero me dijo que no se lo dijera a nadie. ¿VALE LEO? ¡A NADIE!
- Un momento, Sofía… ¿qué? Que tú eras igual que ella…quieres decir que…
“…Que somos la misma persona, Leonardo.” Susurró la misma voz que antes le hablaba con el cuerpo de Sofía.
-…Que somos la misma persona, Leo. – Susurró de nuevo la niña.
Un bullicio de ideas y catástrofes le vinieron a la mente. Se sentía mal, muy mal. Se había metido en un buen lío, pero sabía que era el destino. Aunque no entendía lo que sucediese, tenía que estar allí. Era un…
-…Un mundo nuevo en el que nunca he vivido… - dijo en voz queda Leonardo.
- ¿Qué? – preguntó Sofía. Se levantó de la cama y danzaba su vestidito blanco a causa del impulso.
- Digo que esto es distinto, Sofía. Me estoy dando cuenta de que eres buena interpretando. Ayer me dijiste lo de la condesa de Roldan, lo de la mirada mágica; hoy, hoy una mujer se ha puesto en tu cuerpo y me ha susurrado palabras que no entendía hasta ahora. Sofía, tú no eres una niña. Tú eres una especie mágica que se ha introducido en este cuerpo para protegerme. Tú eres la mujer que me ha susurrado las cosas, eres diferente… ¿Pero, por qué? ¿De qué? Sofía, dímelo. Te lo suplico. Por favor…
Sofía, que estaba tarareando una canción, se quedó quieta por un momento.
Leonardo sintió un escalofrío.
Otra vez lo miraban esos ojos.
Y vio en ellos a la muchacha dorada, con su corazón en la mano y una mirada llena de tristeza.
Pequeños fragmentos de su vida pasaban por su cabeza atropelladamente:
Su primer “Papá”. Sus exploraciones cuando tenía diez años en el bosque al lado de su casa. Sus dibujos infantiles que poco a poco se fueron modificando hasta crear belleza en papel.
Cuando estaba en el colegio y todos le miraban con cara rara. Cuando entró en el instituto, con una camiseta de “Guns n´roses” un cómic de Batman en la mano y el pelo largo y todos se reían de él. Y por último, cuando su padre le dio el corazón de su joven madre. Ese baúl que desde hace dieciocho años no se había abierto jamás. Ese pequeño tesoro en el que se encontraba todo un mar de recuerdos, en el que se encontraba la magia del corazón.
- Entiendo lo que me quieres decir. – Inquirió Leonardo.
Y una sonrisa satisfactoria y atractiva asomó por los labios de la pequeña Sofía.

2 comentarios:

  1. Me has dejado en ascuas.O____O
    Más, más más mas!!
    Pues no dice qe está mal, la tía.¬¬
    Me gusta!=)
    Avisa cuando subas otroo!!
    A lot of Kisses!!(LL)
    =3 (K)

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  2. juerr !!

    see ha olvidadoo buaa!


    sube prontoo el neww capiitulo porfaa! =D

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